Asesinos en serie, con cédulas de médicos cirujanos

2013-11-25

Esta es la columna de más difícil desarrollo. No sé realmente como iniciar y expresar el dolor que en este momento toda la familia de Luciano Enrique Ayil Gamboa hemos tenido que soportar por tan terrible pérdida.
Una sencilla operación se convirtió en un literal asesinato por parte del supuesto “cirujano” Juan Carlos Bravo Soriano y de su equipo. Pero lo indignante de este irreparable hecho, es la complacencia que el gobierno del estado, la Secretaría de Salud y de la dirección del Hospital de “Alta Especialidad” Veracruz al mantener dentro de sus filas a galenos de este tipo –porque no debe de ser el único- el cuenta no cuenta con la capacidad y la preparación necesaria para llevar a cabo una intervención quirúrgica.

Hace una hora un amigo me preguntaba si el gobernador del estado, Javier Duarte de Ochoa ha declarado algo al respecto de la negligencia médica en contra de mi familiar o si al menos ya mantuvo un acercamiento para conocer los detalles de los hechos. Mi respuesta fue una literal carcajada.

Para el gobernador del estado los ciudadanos no tienen su atención en ningún sentido. Pese a lo grave del asunto. Pese a que no me he cansado de compartir en las redes sociales el maltrato literal que ejecutan en el Hospital a cargo de Rafael de Jesús Picaso Figueroa, no hay voluntad por parte de las autoridades para recomponer el rumbo y mejorar el pésimo servicio que brindan. En 17 días que tuvimos el infortunio de estar en la sala de terapia de intensiva esperando por la recuperación de Luciano Enrique, cada uno de los integrantes de la familia, pudimos escuchar muchas historias realmente indignantes ejecutadas por parte del área médica y del maltrato del personal de enfermería en contra de las familiares o enfermos de bajos recursos. Como forma de ejercicio, cada quien por curiosidad se dedicó a charlar con alguna persona y saber las causas por las que mantenían a su ser querido en dicho nosocomio.
Un caso que me impresionó, fue el asunto de un niño que fue atendido por personal del hospital, luego de haber sufrido una fractura en una pierna. Su madre, contó que su hijo estaba en terapia intensiva luego de que le suministraron medicina para quimioterapia por error, acto que le ocasionó su corazoncito colapsara. El pequeño a sus escasos 10 años, pudo constatar en carne propia de la incapacidad en este momento una enfermera, error que lo mantenía entre la lucha de la vida y la muerte. Al final, el pequeño murió.

Otro caso lo padeció una señora –anciana- quien platicó llevó a su hija embarazada, quien ya presentaba trabajo de parto. Ingresó al área de urgencias en donde la tuvieron por largo tiempo en una camilla en un pasillo, hasta que se le reventó la fuente, pero pese a ello, no fue atendida inmediatamente provocando que el bebé tragara líquido amniótico y heces fecales. Este hecho tuvo sus severas repercusiones, pues había afectado su motricidad y el daño cerebral era irreversible. Su madre permaneció en también en terapia intensiva por una semana y el bebé debatiéndose entre la vida y la muerte, en una incubadora. La madre logró superar su paso por el área de terapia intensiva pero días posteriores, encontré en la salida del hospital a la abuela del bebé y me platicó que pese a su hija ya estaba estable, su nieto aún seguía grave y que los doctores le habían manifestado que en el probable caso que lograra sobrevivir, el daño en el cerebro provocado por la negligencia médica, afectaría a su capacidad motriz, de lenguaje y probable retraso mental.

Afuera del hospital el panorama varía. Muchas familias por no contar con los recursos económicos para pagar un hotel o pensión, tienen que pernoctar a los alrededores del nosocomio. En la parte baja de la rampa vehicular que se construyó para recoger a los pacientes dados de alta y atender los casos de emergencias, las personas buscando un “techo” en donde pasar la noche, llevan sus colchonetas, para poder descansar mientras esperan noticias sobre la evolución de sus seres queridos hospitalizados, bajo dicha rampa. Indignantemente, personal del área de limpieza, salen a lavar a las 23:00 horas, para mojarles el espacio e impedir se acuesten. Mientras que adentro, los pasillos, baños, escaleras, etc., están realmente en la inmundicia.

Recorren cada espacio, se nota a todas luces la falta de disposición del personal que ahí labora para poder llevar a cabo su trabajo. No se tiene que ser experto o investigador privado para observar la inoperatividad del hospital. Las caras de las personas que asisten a dicho nosocomio de “bajo nivel” –pues no tienen en donde atenderse- en busca de recuperar la salud de sus familiares. Su rostro muestra la profunda tristeza, enojo y desesperación por los atropellos que sin miramientos reciben por quienes laboran en dicho lugar.

No creemos que el director general, Rafael de Jesús Picaso Figueroa no se percate de las diversas arbitrariedades a las que son objeto los pacientes. Los preocupantes “errorcitos” de los supuestos cirujanos que ahí operan y de los múltiples decesos que se originan a causa de la mala praxis, la negligencia médica e incapacidad de su cuerpo médico y de enfermería.

También es sorprendente que el Secretario de Salud, Juan Antonio Nemi Dib, no haga algo para solucionar la falta de equipamiento – o descompuesto- la escases de medicamentos básicos, pues existen áreas que no cuentan con lo indispensable –el mismo personal advierte que no hay ni gasas y alcohol- derivado del millonario endeudamiento que el gobierno de Javier Duarte de Ochoa mantiene con los proveedores, quienes hartos por la falta de pago, decidieron dejar de brindar sus servicios.

Hasta el momento, Duarte de Ochoa, no ha sido capaz de atender este acto de homicidio culposo en contra de Luciano Enrique Ayil Gamboa, perpetrado en uno de sus hospitales “prósperos”. Y que no diga que no se ha enterado, pues los hechos han sido publicados en diversos medios de comunicación –libres de su control- y también, ha sido expuesto ante el secretario de Salud, Nemi Dib, quien fue oportunamente ha sido notificado sobre la situación que estaba ejecutándose en dicho nosocomio.
Para el conocimiento del ejecutivo estatal, le notificamos que de acuerdo a la necropsia realizada al cuerpo de Luciano Enrique Ayil Gamboa presentaron coágulos en el cerebro; poco a poco, se ha ido conociendo la forma de como este seudo cirujano, lo asesinó. El haberlo dejado de desangrar, le comprometieron órganos importantes para mantenerlo en vida, es decir, tanto Bravo Soriano como la dirección general sabían de la gravedad del asunto, como también que en corto tiempo, este hecho originaria el latente coma, muerte cerebral por la pérdida de sangre.

El esperanzar a la familia fue una acción deshonesta y muy cruel por parte del personal médico, sólo jugaron con los sentimientos de su viuda e hijos, alentándolos a que reportaría evolución y saldría del cuadro crítico, cuando la realidad era otra.
Al contrario a lo que se le esperaría del empleado del pueblo, el ejecutivo estatal ordenó a los medios -a los mismos que les paga millonarias sumas de dinero- que no se le diera seguimiento a la rueda de prensa que realizaría el reconocido abogado, Jaime Telléz Marié y la familia del finado. Para el infortunio del gobernador, existen medios que se conducen con responsabilidad y ética, continúan operando como les fueron diseñados y no se prestan a los chantajes, ni censura provenientes de la dirección general de Comunicación Social a cargo de su “vocera” oficial, María Georgina Domínguez Colío.

Tal vez, la vida de un ciudadano al ejecutivo estatal no le preocupe ni ocupe. Tal vez para él no represente “gran cosa” la vida una persona; pero para quienes somos familia de Luciano Enrique, le notificamos que éste era un hombre dedicado a su hijos y esposa, a sus hermanos –quienes lo aman aun después de la muerte- a sus primos y sobrinos, a sus cuñadas y concuñas. Una familia que no merecía padecer el viacrucis que sufrieron, como tampoco el padecer irreparable pérdida. Un hombre que contaba con sinceras amistades que jamás lo abandonaron y se mantuvieron en la sala de terapia intensiva para acompañar a su familia por este doloroso trance.

Inmerecidamente señor gobernador le quitaron la vida un ser humano. No cuenta argumentar que fue por un “errorcito” porque estos “errorcitos” están costando vidas, están mermando la salud de las personas y a otros, los deja imposibilitados por el resto de sus vidas.

Nadie está exonerado señor gobernador a padecer de este terrible trance. Ni sus millonarias cuentas podrán devolverle la vida a un ser querido, cuando por haber estado en manos de seudo cirujano le ha perjudicado su vida o lo ha llevado a la muerte.

Le puedo decir tantas cosas, pero conozco también que no cuenta con los valores usuales que nos mantienen al resto de la población. El dinero y el poder, empobrece el criterio y el espíritu de los hombres.

Hay enseñanzas que muchas personas mantenemos intrínsecas por haber sido criados por grandes hombres. Hoy puede decir que los padres de Luciano Enrique, podrán sentirse satisfechos de los valores otorgados a sus cuatro hijos.

Hombres y mujeres de trabajo, inteligentes y forjadores. Excelentes seres humanos. Son aquellos que cuentan con la entereza de para poder defenderse entre ellos, saben que hoy más que nunca, tienen que mantenerse unidos para lograr que el mundo entero conozca del asesinato cometido por un hombre de bata blanca, denominado cirujano, el cual responde al hombre, Juan Carlos Bravo Soriano. Un hombre que no merece ni expedir recetas para la gripa, pues no cuenta con la capacidad para llamarse doctor, y si considerarse, un criminal. Este sujeto, debe de ser imposibilitado para que no continúe matando personas, pues puedo asegurar que el caso de Luciano Enrique Ayil Gamboa no es un hecho aislado y cuenta con una larga lista de personas que han perdido la vida por pésima praxis e incompetencia para desarrollar su profesión.

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