López y el PRD: se rompió la liga, se acabaron las ligas…
+ CLAROSCUROS, por José Luis Ortega Vidal
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La separación entre Andrés Manuel López Obrador y el PRD –anunciada ayer, por el primero- es la crónica de un divorcio anunciado.
Desde su fundación en 1989, el PRD tuvo en AMLO al último gran líder popular de gran envergadura que haya militado en sus filas a 23 años de existencia.
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano es el líder moral, el creador del PRD, pero su figura es producto de la historia más que del liderazgo natural, animal, que sacude pasiones, como lo es del tabasqueño.
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Ya veremos lo que pasa con la izquierda que ayer ha vuelto a escindirse.
Por lo pronto: tenemos el pasado como referencia.
¿Qué pasó con la izquierda mexicana durante los últimos 24 años, a partir de la “caída del sistema” que encabezó Manuel Bartlett, bajo la orden de Miguel de la Madrid y el beneficio de Carlos Salinas de Gortari?
Analizar año con año, detalle a detalle lo acontecido con el perredismo desde 1988 hasta el 09 de septiembre del 2012, es uno de los puntos de referencia fundamentales para ir entendiendo desde hoy lo que pasará en la vida política de la izquierda mexicana y del país mismo en los años por venir.
De ese tamaño es el significado del adiós del “Peje” al PRD.
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El dos veces candidato presidencial del PRD y las llamadas izquierdas mexicanas, deja al partido del sol azteca con 104 diputados en la LXII Legislatura Federal.
En el Senado: 22 perredistas encontraron un espacio sexenal y sus alianzas con el PRI y/o el PAN podrían determinar futuros como el de las Reformas Estructurales que Felipe Calderón no pudo sacar adelante.
No le ha ido mal al perredismo con la figura de Andrés Manuel López Obrador.
Tampoco al tabasqueño le fue mal con el PRD.
Bajo las siglas y las estructuras del sol azteca, Andrés Manuel trascendió la aldea nativa donde surgió politicamente bajo la militancia del PRI.
Con el respaldo de figuras históricas como Cuauhtémoc Cárdenas y Heberto Castillo Martínez, AMLO fue conocido en el escenario nacional.
Sin el PRD, su arribo al gobierno del Distrito Federal habría sido imposible.
Lo demás es una perogrullada: su rebase a Cárdenas, su apoderamiento casi absoluto del manejo y rumbo del sol aztequismo; sus dos candidaturas presidenciales: ambas a su modo; las dos ejercidas a su estilo; siempre con el ejercicio del mando; de su mando.
Son una suerte de amorres perros los de Andrés Manuel López Obrador y el PRD.
En el 2006: AMLO tuvo la Presidencia de la República en la mano y como buen “peje” murió por la boca.
Empero: el perredismo subió a la gloria en el contexto de aquella jornada histórica y de aquellos años que se sumaron a los que un nativo de Macuspana, en la feraz selva sureña, gobernó la ciudad más poblada del mundo.
En el 2006: los perredistas perdieron la Presidencia pero obtuvieron una presencia sin precedentes en el Congreso de la Unión; la coyuntura del 2000-2006 les dio gubernaturas, alcaldías, dinero, mucho dinero; al grado de que las ligas se volvieron insuficientes.
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Sumida en sus propias contradicciones; victima de sí misma porque en 1988 representó un proyecto político alternativo serio, en el 2006 tuvo la simpatía popular y mayoritaria en sus manos y en el 2012 se divide una vez más, la izquierda mexicana –pase lo que pase con ella- deberá realizar un auto diagnóstico.
De ese análisis y de las decisiones que surjan de él, habrá de fraguar su futuro.
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Es un hecho que AMLO hará un nuevo partido, que lo dirigirá y controlará y que lo utilizará para su proyecto personal en las elecciones por venir.
¿Con Cárdenas alejado del escenario público por razones de edad, con López Obrador fuera de su militancia -porque es un hombre de talento político indiscutible pero sólo atiende a su voz y a sus intereses- qué hará el PRD?
¿Hasta dónde podrá llegar “el peje” sin la estructura que él consolidó y de la que ha decidido separarse porque el amor se terminó, la pasión ya no alcanza y las ligas ya no alcanzan?
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En medio de esta historia de poder, de amor y de corrupción, se encuentra un país que necesita a la izquierda, así como requiere de la derecha y al partido del centro.
El pequeño detalle es que se voltee al lado que se voltee la corrupción lo permea todo.
Se observa difícil que AMLO haga más de lo que ha hecho en su historia política.
Y lo que ha hecho, resulta –desde un punto de vista pragmático- un desperdicio.
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A los priistas les queda el compromiso de demostrar en seis años, que han cambiado.
Y de entrada, lo visto en los primeros días de su pre-acceso al poder, indica lo contrario.
A los panistas les corresponde refundarse y volver al origen moral, cuyo abandono les permitió el arribo al poder pero al mismo tiempo los llenó de mierda.
A la izquierda le corresponde crecer -de una vez por todas- como una opción política seria, inteligente, audaz, organizada, digna y honesta.
Sin AMLO, el PRD ya no tendrá pretextos para no hacerlo; aunque hasta hoy es un partido de triste memoria.
Sin el PRD, López Obrador debe descubrir la sensatez política o seguirá desperdiciando su talento y mordiendo sus propios anzuelos pseudo ideológicos; más bien, necios.