NO SE PUDO MEMO
Pasillos del Poder
César Augusto Vázquez Chagoya
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16 de MAYO de 2012
César Augusto Vázquez Chagoya
Pasillos del Poder
2012-05-16
Antes que nada, quisiéramos agradecer las muestras de solidaridad con las familias Vázquez Soberanis y Vázquez Chagoya, por la muerte del padre, hijo y hermano Guillermo Enrique Vázquez Chagoya, el pasado 3 de mayo a las 10 horas en la ciudad de Minatitlán.
Cuarenta y un años en que la vida no nos movía tan feo el árbol. Pareciera y es que la vida tiene ciclos que empieza con una muerte para terminar llevándose a varios. La muerte de un hermano en una familia como la nuestra de unida y solidaria, aunque ya se esperaba, no dejó de impactarnos con el consuelo de que se terminaban siete meses de sufrimiento, pero duele y mucho.
Desde la muerte de nuestro padre Palemón Vázquez Atilano el 14 de septiembre de 1971, nosotros sólo hemos conocido el amor. La discordia no la conocemos en la familia. Los 5 hermanos mayores sufragaron los estudios de los otros cinco, entre ellos Guillermo, que fue el tercero en nacer. Los más chicos no tenemos con qué pagarles.
Después de la desaparición de nuestro padre, el eje ha sido nuestra madre María Asunción, que a sus 92 años conserva una voz de mando y un cariño para sus hijos. Se había prometido que prefería morir antes de cualquiera de sus hijos, pero la vida no le dio la oportunidad y ahora sufre sin que ninguno de sus hijos la pueda consolar, aunque asimila a su modo la pérdida de Guillermo.
Mi hermano nació el 10 de febrero de 1942. Fue un niño, joven y adulto tranquilo, organizado y podemos decir que físicamente a los 70 años estaba mejor que muchos de nosotros. Estudió contaduría pública en la Escuela Bancaria y Comercial de la Ciudad de México, al igual que mis hermanos Carlos Alejandro y Renato Palemón.
Su ambición mayor fue ser un buen contador y puso un despacho contable con mi hermano Renato en Minatitlán. Fue el último en casarse de los hermanos grandes, por lo que los mas chicos convivimos mucho con él, enseñándonos a leer libros que él compraba y a mi en especial me metió en el mundo de los rosacruces.
El 7 de abril de 1974, mi hermano encontró el amor de su vida y se casó con Carlota Amalia Soberanis Rivero, procreando a su hija Rocío Isabel Vázquez Soberanis. Nos dio gusto su nueva vida, pero lo extrañábamos porque era muy bromista.
En la recámara de hombres quedamos sólo Gerardo Alberto y este autor. Ya no llegaban los libros de la última moda, ni las revistas que nos llevaban a su mundo buscando la paz y una vida armoniosa.
Con el tiempo, Guillermo Enrique ingresó a PEMEX en el área de contabilidad, llegando a ser jefe de la unidad contable y auditor de la región marina noroeste de PEMEX en Ciudad del Carmen, Campeche, hasta que se jubiló en el año 2000.
En ese tiempo estudiaba en Mérida, Yucatán, su hija Rocío Isabel y siendo originaria su esposa de ese lugar, decidió vivir en esta hermosa ciudad. Ubicado en la blanca Mérida, mi hermano encontró el mejor lugar para su espíritu. Paz, magia e historia.
El 6 de octubre del año pasado, ingresó al Hospital de Especialidades de Mérida con salmonelosis. Una semana después estaba listo para salir y fue la última vez que hable con él por teléfono, donde bromeamos; recuerdo que era sábado y salía el lunes.
Por el destino se enfermó su doctora que lo tenía que dar de alta y no llegó el lunes, por lo que el martes no sabemos porqué le dio un paro cardiorespiratorio y a pesar de estar en la clínica tardaron en revivirlo 18 minutos.
Fue estabilizado físicamente, pero después se detectó que el paro le había afectado el 70% de su corteza cerebral. Por periodos íbamos los hermanos a Mérida donde Carlota con su hija llevaron el peso del cuidado.
Nosotros desde que lo visitamos lo veíamos entero físicamente; sabíamos que se despertaba y se dormía. Nunca una seña de si nos oía, si quería respondernos: no se podía. Todos con la esperanza que ese 30%, respondiera, porque el cerebro es imprescindible.
El hospital de Mérida llegó al límite. Necesitaban más aparatos que sólo se encontraban en el Hospital de Concentración de PEMEX de Villahermosa, a donde fue trasladado, y ante su gravedad lo enviaron al hospital de concentración de Minatitlán, lugar donde había nacido. Estaba con su madre, hermanos y la mayoría de la familia de su esposa Carlota.
En el hospital de Minatitlán de plano lo desahuciaron y lo entregaron a la familia. Se le instaló en una casa de Renato Palemón, que está a lado de la suya, a 800 metros del hospital de PEMEX. Desde Mérida a Minatitlán fue siempre la constante que sabíamos que se dormía y despertaba, pero no respondía.
Como familia, dijeran lo que dijeran los médicos, deseábamos el milagro de que su cerebro respondiera. El 28 de abril entró en gravedad, pero no en coma, por lo que fue hospitalizado.
A las 10 de la mañana del jueves 3 de mayo, me avisan en Xalapa de su muerte. Otro enorme vacío se abrió en mi corazón.
Guillermo Enrique no sólo fue un buen ciudadano, sino un hombre con éxito. Logró lo que se propuso profesionalmente; vivió con la mujer que amaba; fue padre amoroso y vivió en la ciudad sin igual.
Como hermano nos dio lo mejor de sí, sin mezquindad y estaba presente siempre cuando uno de nosotros tenía problemas. Con mi madre tenía una comunicación extraordinaria y era el que más se parecía físicamente a ella en lo blanco de su piel y sus ojos casi cafés.
Una familia educada bajo la masonería, que es creer en Dios y no en el fanatismo, con Guillermo Enrique vivimos otra experiencia. Es el único miembro cercano a nuestra familia de ser cremado. Es comprensible la decisión de mi cuñada Carlota, porque lo quiere tener en Mérida.
Como creemos en Dios, nos consolamos que dejó de sufrir y está a lado de nuestro padre Palemón. Como lo único seguro en esta vida es que nos vamos a morir, llegará nuestro tiempo de volverlos a ver, abrazarlos y besarlos.
No se pudo Memo, pero nos vemos más que tarde pronto. Descansa en paz.